miércoles, 27 de enero de 2010

Testigos del Amor de Dios

          En estos tiempos en los que cuesta trabajo estar con los pies en el suelo, en los que parece que un día de estos todo acabará, y que la sociedad apunta hacia el ocuparse en no hacer nada, a pesar de ello, es necesario estar firmes en la fe.
          La verdad es que me siento orgulloso de que el Señor se haya fijado en mí para desempeñar un trabajo importante en este mundo. Esto consiste en “ser testigo del amor de Dios”. Estoy ya en cuarto curso de seminario y cada día, por la gracia de Dios, siento parte de esa felicidad plena que Él me tiene preparada.
          Son ya varios años los que llevo en vinculación con nuestro Seminario, pues desde el año 2000 y hasta el 2005 en que entré en éste, he asistido al preseminario, encuentro de jóvenes con inquietud vocacional en los que se les da la posibilidad de discernir qué es lo que el Señor quiere de ellos. Es una pregunta que desde pequeño ha estado en mí. Inclusive siendo monaguillo de María Auxiliadora, el Señor se servía de mi cercanía y su cercanía a la Sagrada Eucaristía, para crear en mí un sentimiento, una semilla, una llama de amor vivo que se alimenta con la oración.
          Pero todo esto no es solo una necesidad, debido a la falta de sacerdotes que tenemos, sino una vocación una oferta de santidad y felicidad que el Señor nos hace. Por eso, para una mejor comunicación con Dios, es necesaria la oración, momento de encuentro personal que Cristo, presente en el Santísimo Sacramento del altar: Éste es el centro radical de la vocación.
          Es necesario reconocer y dar gracias a Dios, pues Éste está bendiciendo a nuestro Arcos con varias vocaciones. Sé que nuestro querido don Rafael también estará rogándole al Padre por nosotros. Pero aún no es suficiente, pues no sólo necesitamos sacerdotes sino que éstos sean santos para así conducir con santidad al pueblo hacia el Santo de los Santos. Por ello os ruego que pidáis al Señor para que haya santas vocaciones.
          Y cómo no, en este Año Sacerdotal convocado por S.S Benedicto XVI, he de hacer mención al Santo Cura de Ars por cuyo nacimiento para Dios, 150 aniversario, se celebra este jubileo. Este gran santo decía que "El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús". Y por el testimonio de este gran santo nos damos cuenta de la Gracia que el Señor nos concede para desempeñar esta función con santidad.
          Por ello, también animo a los jóvenes a que no tengan miedo, pues el Señor siempre nos da el ciento por uno y la vida eterna. Merece la pena entregar la vida para recibir al que es la Vida, pues “si Dios está con nosotros, quién contra nosotros”, con quién mejor que con el Señor. Es necesario que haya jóvenes testigos del amor de Dios para establecer el Reino de Dios aquí en la tierra y que la ley que prime sea la del Amor.

Antonio Luis Sánchez Álvarez
Seminarista de cuarto curso