NUESTRA HISTORIA

Fundación: 1571
Sede Canónica: Iglesia de San Pedro Apóstol
Estación de penitencia: Viernes Santo
Hábito: En el año 2018, se aprueba en Cabildo Extraordinario, que tanto los nazarenos que acompañan al Santo Entierro, como los que acompañan a Ntra. Sra. de la Soledad vistan túnicas, antifaz y alpargatas negras, cinturón de esparto, guantes y capa blanca.




Datos de interés:
  • La Hermandad posee unos enseres de inmenso valor, empezando por el Santo Sepulcro, de plata repujada y elaborado en los talleres de Villarreal, y terminando por su paso de palio, también de plata repujada y calada y con varales realizados en Villarreal.
  • La Soledad fue la primera en incorporar una cuadrilla de costaleros mixta en la Semana Santa arcense. Lo hizo para el paso del Santo Entierro y lo mantuvo en el primer año de salida procesional de la nueva imagen del Cristo yacente, que fue portada en andas tanto por hombre como por mujeres.
  • EL itinerario que va desde San Pedro hasta la calle Corredera es de puro deleite para el público que aguarda el paso de la Hermandad.
  • La bajada de las gradas de San Pedro por parte del paso de palio hace verosímil lo que a cualquier espectador iniciado pueda parecer inverosímil, como ocurre con las gradas de Santa María.
  • El silencio y recogimiento con que nazarenos y público acompañan el Santo Sepulcro es de una dimensión espectacular y que engrandecen las sombras y los recovecos de las estrechas calles del casco antiguo por las que procesional el Santo Entierro en la noche del Viernes Santo.

CAPILLA NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD

Creemos que antes de que se procediera a la construcción de la espaciosa capilla en los últimos años del siglo XVII, debió de existir otra de las mismas proporciones.
Ninguna constancia existe en la Parroquia de un culto anterior bajo el arco que da entrada a esta capilla.
Por otra parte, tenemos la seguridad de que fue aquí donde de antiguo recibió culto la virgen de la Soledad y no sería extraño que las imágenes que tallara Nicolás de León en 1532 para colocar en un retablo entallado por Andrés López, fueran las mismas que hoy lucen en el retablo plateresco que se guarda en la capilla de los Ayllones, única forma de explicar el que una imagen de la que es propietaria la Hermandad de la Soledad -El Resucitado- esté coronando aquel retablo, del que solo ha llegado a nosotros la calle central, sin duda por haber sido también propiedad de la misma Hermandad.


Los primeros datos para la construcción de la capilla de la Soledad aparecen en la escritura del 23 de agosto de 1683, ante el escribano Luís Gutiérrez de Guzmán, por medio de la cual los vecinos de Carmona, Antonio Caballero Alimán, Tomás González y Juan López se obligaban con ciertas condiciones a realizar la obra, bajo la dirección del maestro de obra, vecino de Jerez, Diego Moreno y habría de tener un coste de 9.000 reales de vellón, sin contar los materiales ni andamiaje, todo a costa de la Cofradía de la Soledad que pronto buscó a la feligrés que pagara la realización de la idea, como consta bajo el tambor de cúpula en una lápida de mármol: ESTA CAPILLA SE HIZO AÑO DE 1688 CON EL CAUDAL DE LA SRA. D.ª JUANA DE CUENCA ARENILLAS VIUDA DE D. MARTÍN DE ANDINO BOHORQZ LA QUE EN EL DE 1686 DE SU MUERTE MANDO LABRAR Y DEJO POR UNIVERSAL HEREDERA A LA NOBLE HERMANDAD DE NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD.

Sus 17 metros de largo por 8 metros de ancho le hacen parecer un templo aparte del edificio parroquial, lo que en la realidad consigue tanto en estilo como en independencia, con puerta al Patio Chico, incluso con pila de agua bendita.
El arco de entrada esta coronado por tres cartelas doradas -rococó- que tiene talladas una cruz con vendas, un Ave María y la Sagrada Forma en un ostensorio.

El primer tramo de la capilla está cubierto con bóveda de medio cañón y lunetas y el segundo tramo por una cúpula con tambor, pecinas y cupulino. Su decoración dorada se conserva en muy buen estado, así como los cinco retablos que en su interior están distribuidos. 

A la derecha de la capilla, según se entra, “un cuadro museable”, en pluma de los hermanos Cuevas, que representa a San Jerónimo, de medio cuerpo desnudo, tamaño natural, escribe, corrige o firma con pluma de ave un pergamino, parte del cual sostenía enrollado en la mano izquierda. Los caracteres de las letras de su encabezamiento se asemejan  griegas. Un intento de descifrar estas y lo que continua, muy a menudo, valiéndose de una lupa potente, nos convenció de que no decían nada. O sea, que se simuló un escrito. La luz, le cae encima, de plano, porque es lienzo tenebrista -de claros y oscuros acusados-, valiente, pleno de energía y vigor, como corresponde a un primerísimo pincel español del siglo de Oro de nuestra pintura. La piel apergaminada, firmeza muscular, nervios tirantes del torso y brazos, se acompañan de cabeza barbada, donde relumbran -en la sombra- los ojos de un San Jerónimo asceta, en vigilia constante, desvelado y enflaquecido. Ni una sola vacilación en la pincelada, sino lección directa, brava, de la sobresaliente, eterna manera de entender el arte de la española. Ignoramos por otra parte, quien lo pintó, compró, donó así como la fecha que lo colgaron en San Pedro. Tradicionalmente te achacó al valenciano Rivera “El Españoletto”. Romero de Torres, ante el magnífico San Jerónimo, inusitó que de Herrera el Mozo. H. Sancho, así lo creía también. Higinio Capote y estos dos hermanos (seguimos el prestigioso parecer de los Cuevas) -a nuestro leal saber y entender- dudamos fuera de Rivera y más que del Mozo, por su composición, factura y ciertos detalles -como la barba- sospechamos, quizás, de Herrera el Viejo. 
Sigue el retablo barroco de Santa Bárbara, con discretas líneas propias de la época e la edificación de la capilla. Sostiene una torre entre sus manos y el manto le vuela con la alegría del último barroco, decorado con un limpio y elegante policromado sevillano. Desgraciadamente, al haberse perdido los libros de la Hermandad de la Soledad que costeo estos retablos -con excepción del de San Joaquín-, nada podemos aportar documentalmente y si solo apuntar lo que muchos comentaristas de arte han manifestado; que la imagen de Santa Bárbara muy bien pudiera ser del cordobés Pedro Duque Cornejo. En la predela del retablo y en el lugar destinado a Sagrario, pose un niño Jesús durmiendo sobre una calavera. Curioso y original.
El retablo se encuentra dorado y en perfectas condiciones de conservación.


Los dos retablos colaterales de esta capilla están dedicados al Santo Sepulcro el de epístola y a Nuestra Señora del Resucitado el de Evangelio. Ambos fueron tallados por el artista jerezano Andrés Benítez y Perea, según se desprende del testimonio que el mismo dio y que se conserva en el segundo libro de actas de 1771 en el Archivo Histórico del Excmo. Ayuntamiento de Jerez. Ambos retablos obedecen al estilo rocalla y, en cuanto a las pilastras que a modo de columnas enmascaradas sostienen el templete, denotan una clara inspiración en los retablos colaterales del Altar Mayor del Templo.

En la predela del retablo del Sepulcro se conserva la llamada virgen de la Peña, por haberse encontrado al abrir la vieja carretera que pasaba entre los pies del precipicio y el río Guadalete. Es una imagen de vestir, en pequeñas proporciones, entronizada sobre piedra tallada con el nombre de su advocación. Tiene una corona de plata y tenía delante un cofre y dos cañones trabajados en filigrana de plata, que pasaron al Museo Artístico de la Parroquia, habiendo desaparecido algunas de las piezas cuando cayó un rayo en  1.968. El Señor del Sepulcro fue sustituido en 1948 por el que talló el escultor Juan Britto, de mayores proporciones que el anterior, por lo que fue imposible volverlo a introducir en la urna del retablo. De iguales líneas es su frontero retablo de Nuestra Señora del Resucitado, imagen que acompañó hasta los últimos años del XVIII al Señor de este título que se encuentra hoy en el último cuerpo del retablo plateresco de la capilla de los Ayllones (Véase el documento numero 39), en la mañana  “de Pascua de Resurrección”  (Véase el documento numero 50-condición octava). Es imagen de vestir, con corona y cetro de plata tanto ella como el niño. Tiene un rosario en la mano. El retablo está coronado por un airoso altorrelieve del Señor en su Resurrección, ángeles y profusión de rocalla. 
Un retablo interesante es el de San Joaquín y San Ildefonso, que regaló en los últimos años del XIX su párroco Don Francisco Martel  -enterrado en el prebisterio-, procedente de la Casa-Palacio de Don Ildefonso Núñez de Prado y Góngora de Armeta, haciendo figurar arriba al Santo de su onomástica y en el camarín principal el que correspondía a su padre. Son lienzos de calidad pasable, insertos entre columnas corintias pareadas el de San Joaquín y entre dos del mismo estilo y menor tamaño el de San Ildefonso, enmarcado en un óvalo de cadencia romántica. Dos jarrones imperio coronan cada uno de los dos cuerpos. Está pintado y sin dorar. 
Sobre la mesa del altar hoy una imagen de mediana estatura, de cartón piedra, pintado, que representa a San Luís Gonzaga. 
Otra imagen es Santa Catalina, sus ojos le desaparecieron al parecer, porque eran perlas de gran valor, Virgen procedente de la casa colegio que con su titulo tuvieron los PP. Jesuitas en el edificio conocido hoy por las Nieves. Es una bellísima imagen estofada y policromada que muchos han atribuido a la gubia de Pedro Duque Cornejo.

RETABLO PRINCIPAL: El día 8 de Mayo de 1962, ante el escribano Luís  Gutiérrez de Guzmán, Juan Terreño Soriano, maestro escultor vecino de Cádiz, se obligaba a hacer el retablo de la Soledad, de acuerdo con el proyecto que se presentaba, encargándosele que debería de aprovechar lo que pudiese del retablo antiguo.

El aprovechamiento de piezas del retablo anterior explica la amalgama de estilos que componen la obra, en la que se observan, frontones renacentistas, medallones platerescos, columnas enmascaradas del primer barroco y camarín neoclásico. Todo ello forma, no obstante, un agradable conjunto arquitectónico que le hace merecedor de elogios, quizás por su originalidad mas que por el estilo definido que le falta. La instalación de la luz del camarín fue realizada por la hermandad el 22 de Abril de 1.944.

El  22 de Abril de 1.703 ante el escribano Francisco José de Villanueva, Fernando Alonso Villalba, vecino de Cádiz, se obligaba a dorar el retablo. Por lo visto, no fue del agrado de los cofrades el dorado con el que lo entregó Terreño, ya que en la escritura se dice que “aunque esta dorado, se hace dorar de nuevo”:

“…y los atriles, frontalera, tablilla de altar y la peana de la Urna de Ntra. Sra., bajo condición de que el Oro a de ser limpio, traído de la ciudad de Sevilla, de casa de Adrián de León, batidor de oro, corriendo de cuenta de dicha hermandad que los andamios han de ser de cuenta de la misma, que dicho retablo no a de llevar escultura dorada, estofada ni de encarnaciones, y los aparejos an de ser al modo que manda el arte, y recorrido todos los fondos de la talla, y que por su trabajo se han de pagar 13.700 reales de vellón…”

 El retablo es un panel, profusamente decorado. El primer cuerpo tiene 6 medallones ovalados dos columnas salomónicas enmascaradas, que arrancan desde el banco de la predela hasta mantener el cornisamiento del segundo cuerpo, y dos de igual estilo y mas pequeña, que flanquean el único camarín, que guarda la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. El segundo cuerpo tiene dos hornacinas con frontón renacentista donde se han situado las imágenes de San Juan Evangelista y Santa Marta, mientras que la parte central la ocupa el recuadro de una cruz que hoy luce con vendas y que antes mantuvo al Cristo de la Buena Muerte, impresionante escultura que hoy figura a los pies del retablo después de haber sido restaurada por el médico arcense Don Feliciano Gil Cangas en 1.948.

Nuestra Señora de la Soledad esta situada en el camarín soportada por peana de forma exagonal dorada con espejos pequeños en su frontal  y lateral desconociendo su fecha de ejecución.

También a los pies del retablo está la Urna del Señor del Sepulcro totalmente de plata repujada en los talleres del orfebre sevillano Villarreal que comenzó a labrarla en 1.976.

De lo que no queda vestigio alguno ha sido del Sagrario por el que cobró Pablo Legot 300 Ducados en 1.633. La actual puerta del Sagrario es moderna, de plata y creemos que pueda ser uno de los muchos regalos que hizo a su parroquia el clérigo D. Gregorio Molinero, a mediados del siglo XIX.

En el subsuelo de dicha capilla se encuentra, ahuecado a forma de cueva, un habitaculo para guardar y conservar los enseres de la Hermandad. Dicho cuarto consta de dos habitaciones principales con  una ventana con cristales y una puerta que da a la calle La Goleta. Esta puerta es de madera de doble hoja y tiene tres cerraduras. En esta habitación hay un armario de madera utilizado para la ropa de la Virgen. Tambien tiene dos vitrinas utilizadas para guardar los enseres mas voluminosos. Este cuarto tambien tiene a su mitad un doble techo con dos vitrinas pequeñas a los lados.





NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD.


Nuestra Señora de la Soledad se atribuye al maestro sevillano del barroco  D. Ignacio López (Sevilla, 1658 - El Puerto de Manta María, 1718) de finales del Siglo XVII.
 
Existe un  documento donde se aprueba una cuota extraordinaria de dos pesetas para la restauración de la Virgen, apareciendo el nombre de sus hermanos y la cantidad donada en la cuota fijadose la fecha el 16 de Mayo de 1947, realizada la restauración por el prestigioso restaurador D. Juan Luis Vasallo Parodi. Se puede deducir sin confirmación que la restauración se llevó a cabo despues del Viernes Santo del año 1947.


El 11 de Julio de 2.006, se inicia la restauración de la Virgen de la Soledad a manos del Restaurador y Conservador de obras de arte D. Ismael Rodríguez-Viciana Buzón, donde a la conclusión del magnifico trabajo,  se procede a Solemne Santa Misa en acción de gracias por dicha restauración, celebrada el 19 de Noviembre de 2006 a cargo del Párroco y Director Espiritual  D. Jaime Salado de la Riva, acabando en devoto besamanos.


Posee un paso de cajón de construcción metálico con plataforma de madera y trabajaderas de madera, faldones de pana negra con flecos de hilo de plata en el frontal tiene bordado en plata el escudo de la Hermandad. Los respiraderos son de metal plateado hechos por los talleres de Villarreal, en el año 1.962. Ocho bárrales de metal plateado de los talleres de Villarreal, en el año 1.974. Una corona de plata repujada y cincelada, refundida y ampliada por los talleres de Villarreal, en el año 1.960.


El estandarte consta de media barra de metal plateado y repujado, una cruz de plata (grabada con el año 1.865) con escudo sobredorado y repujado. La tela del estandarte es terciopelo negro y el lazo blanco, el escudo del estandarte esta bordado en oro.


Palio de terciopelo negro con apliques de plata, estrellas y flores. Las Bambalinas de terciopelo negro bordado en plata con rosas de pasión y lirios fueron bordadas en los talleres Burillo de Valencia en 1928. En el frontal escudo del Santo Entierro con Ángeles bordados en seda, en la parte trasera el Ave María y media luna. En el lateral derecho, cruz y venda y en el izquierdo corona de espigas y tres clavos. Cuatro juegos de moñas (dos moñas por cada juego) de plata. Ocho perillas que rematan el varal. Un crucificado de metal plateado para  la calle central de la candeleria del paso.





CRISTO DE LA BUENA MUERTE.


El Cristo de la Buena Muerte, obra concebida inicialmente como imágen del ático del retablo y que data de finales del siglo XVII, es atribuida  al maestro sevillano del barroco D. Ignacio López (Sevilla 1658 - El Pueto de Santa María 1718).
En el año 1.949 se decidió bajar el Santo Cristo que coronaba el altar titular. Una vez bajado es restaurado por el Hermano Mayor D. Feliciano Gil Gangas, basándose en sus conocimientos de anatomía, debido a su profesión de médico, y su formación autodidacta en arte.
El Cristo de la Buena Muerte tiene corona de espinas dorada y tres potencias repujadas con las letras JHS (Jesús Hombre Salvador) doradas.
El 30 de Octubre de 2.007, se inicia la restauración del Cristo de la Buena Muerte a manos del Restaurador y Conservador de obras de arte D. Ismael Rodríguez-Viciana Buzón. Tras la conclusión del magnifico trabajo, se procede a Solemne Santa Misa en acción de gracias por dicha restauración, celebrada el 14 de Septiembre de 2008 día de la exaltación a la Cruz, a cargo del Párroco y Director Espiritual D. Jaime Salado de la Riva, acabando en devoto besapies.






CRISTO YACENTE.


El Cristo Yacente, obra del Restaurador y Conservador de obras de arte  D. Ismael Rodríguez-Viciana Buzón en el año 2.005. Fue Bendecida el la Capilla de la Soledad el 18 de Marzo de 2.005, a manos del Director Espiritual D. José Manuel Guzmán Rodríguez.
El antiguo Cristo Yacente, obra del escultor Juan Brito en el año 1948 y que fue sustituido por el nuevo Cristo, se encuentra alojado en una urna de madera en la Capilla del Bautismo de la Parroquia de San Pedro.



                                                                                     



Posee una urna de metal plateado repujada de gran valor artístico del año 1.976, trabajo de Orfebrería Villarreal y retaurada en 2013. El paso de madera es de los talleres de carpintería de Enrique  Gonzálvez y la canastilla en proceso de tallado de los talleres de Francisco Verdugo.