lunes, 28 de septiembre de 2009

EXALTACION DE LA SANTA CRUZ

El pasado 14 de septiembre la Iglesia celebró la exaltación de la Santa Cruz. Y es una fecha que tenemos que tener en cuenta porque, precisamente, nuestra hermandad tiene como uno de los titulares al Cristo de la Buena Muerte. Por ello, y tomando información, podríamos hablar un poco de esta gran festividad, para conocer su origen y difusión y cómo ha llegado y sigue llegando hasta nosotros con gran fuerza.

La Cruz es acontecimiento salvífico y signo de amor. La Cruz de Cristo es, mucho antes que un símbolo, un acontecimiento. En realidad, deberíamos decir que en la Crucifixión tiene lugar, al mismo tiempo, un doble acontecimiento: En el orden natural, la injusticia de los hombres conduce a Cristo a la Cruz; mientras que en el orden sobrenatural, es Cristo mismo quien se entrega a la Cruz para hacernos “justos”. La Cruz es, simultáneamente, la consecuencia del pecado y su remedio. He aquí el gran acontecimiento salvífico: Dios Padre nos ama y nos ha abrazado a todos en la Cruz y en la Resurrección de su Hijo. La Cruz de Cristo es, en consecuencia, la prueba y el signo del amor de Dios.

La Cruz es “forma” del cristiano. Es cierto que la Cruz es, en cierto sentido, una especie de “ley de vida”. Forma parte de nuestra naturaleza limitada y contingente, que en la actual situación, es inseparable del sufrimiento. Y lo propio y específico del cristianismo es el estilo y la manera de aceptar y vivir esta realidad inexorable: La fe nos permite superar el miedo a la Cruz, en la confianza de que las cruces de la vida están pesadas en la balanza del amor. Santa Teresa de Jesús se atrevía a afirmar: “Quien amare mucho a Dios, verá que puede padecer mucho por Él; el que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor” (Camino de Perfección 32,7).

La experiencia de la vida cristiana nos enseña que cuando la Cruz es “abrazada”, pesa mucho menos que cuando es “arrastrada”. Los discípulos de Jesucristo estamos llamados a experimentar que las cosas más amargas pueden llegar a ser dulces a la luz del misterio de la Cruz.

El plan de Dios no se ha limitado a participar del dolor humano, sino que también ha querido que ese dolor pueda llegar a ser “redentor”. Ésa es la sabiduría de la Cruz que han entendido los hombres de Dios.

Por todo ello, que a nadie le extrañe que “exaltemos” la Santa Cruz. Honramos y ensalzamos la Cruz de Cristo y, más aún, estamos “exultantes” de gozo por el misterio que en ella se ha revelado: el AMOR”.

Antonio Luis Sánchez Álvarez