miércoles, 9 de diciembre de 2009

La alegría de nuestra esperanza


         

      “Voz que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas; todos los    barrancos será rellenad, todo monte y colina será rebajado, lo tormentoso será recto y las asperezas serán caminos llanos. Todos verán la salvación de Dios". (Lc 3, 4-6)
        Con estas palabras del profeta Isaías y puestas en boca de Juan el Bautista nos adentramos a vivir este tiempo en el que esperamos la pronta llegada de nuestro Salvador, el Mesías, el Señor.
           Nos da gran alegría el saber que hay alguien que se preocupa por nosotros hasta el punto de entregar a su Único Hijo por nuestra salvación. Nosotros tenemos esta esperanza, pues por el nacimiento de este Niño nos llega la salvación. Por eso es necesario prepararnos, como nos dice Juan el Bautista.
           Nos encontramos en un momento de la historia en el que hacemos oídos sordos, la sociedad misma hace que no escuchemos al Señor que continuamente llama a la puerta de nuestro corazón. Y, además, vivimos pre-ocupados en tantas cosas que no afianzamos nada. Sin embargo, con la venida de Cristo, no tendremos problemas, pues Él allanará nuestras asperezas. 
          Tenemos que tener una cosa bien clara, y es que Dios nos quiere tanto, que se hace como nosotros, naciendo en un sencillo y pobre pesebre, y que, evidentemente, hemos de estar preparados. Tenemos que intensificar la oración, nutrirnos con la Eucaristía, hacer uso del sacramento de la reconciliación, para que el Señor nos encuentre en el estado más puro de nuestro espíritu, para que el Niño Dios nazca en nuestros corazones. [sugiero: con la conciencia limpia y bien dispuesta]
          Por eso, el tiempo de Adviento es un tiempo de esperanza, en el que esperamos ansiosos la llegada de Aquel que diera su vida por nosotros. Y lo más importante de todo esto, es que tenemos esa necesidad de hacer llegar la Buena Nueva a toda la gente.
           Así pues, vivamos este tiempo con alegría porque a través de esta esperanza, por la fe depositada en Él, se da su nacimiento en nosotros. TengamosLe preparado el trono para que reine en nuestros corazones.

Antonio Luis Sánchez Álvarez